miércoles, 19 de octubre de 2011

Desierto de Mojave.

 



A veces las cosas pequeñas crecen emocionalmente, se hacen importantes y grandes a nuestros ojos y a nuestro corazón. Pero cuando las cosas grandes son hermosas... nuestro espíritu se esparce por ellas dejándonos una sensación placentera de pequeñez e inmensa paz.

Nos fuimos. Dejamos abandonada a la gorda, a la gasolinera y a Needles por este orden. Conducía yo y nos dirigíamos a Barstow por la carretera "Interstate 40" que utiliza el trazado de la histórica Route 66. Dos vías en cada sentido y muy poco tráfico.

La intensa luz del día que nos había acompañado desde Tusayan se estaba diluyendo deprisa. Todo era desierto, al frente y a ambos lados, la carretera bordeaba el Mojave National Preserve por su parte sur, uno de los muchos Parques Nacionales de Estados Unidos, en California.

La carretera era una línea recta que se perdía en el horizonte ó en las montañas. De vez en cuando aparecía alguna pendiente no demasiado pronunciada. La luz se iba apagando despacio dando predominancia a los tonos grises azulados y el color de la tierra del desierto iba pasando del marrón amarillento suave y mate al azul oscuro plomizo a través de una inmensidad de matices.

Poco a poco y muy lentamente el color rojo se iba imponiendo en el cielo, donde se mezclaba primero con un azul suave arañado con jirones blancos y después con el negro plomizo de la oscuridad en el que los jirones eran azules intensos. Todo se llenó de reflejos rojos, de un rojo vivo e intenso, dentro de un espacio con múltiples tonos negro-azulados.

Y así, con el sol escondido y esas tonalidades aparentemente irreales, casi llegamos a Barstow. Fue tan hermoso como duradero, una conjunción que no se da con mucha frecuencia.

Como escribí en algún sitio esa misma noche desde Barstow: “disfruté uno de los atardeceres rojizos más largos y bellos que he visto en mi vida”.

Doscientos veintisiete kilómetros separan Needles de Barstow, una distancia plena de belleza que el azar me regaló.



 

19 de Octubre de 2011

© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2021