Verano de 1971, un adolescente al que le queda poco de serlo está asomado a un balcón de la calle de Argumosa. Está escuchando canciones psicodélicas de aquella época. Jefferson Airplane. Su mente está volando de un pensamiento a otro sin descansar, pero parándose en cada uno de ellos lo necesario para conocer y tranquilizarse. Está hecho un lío, pero ni lo sabe ni le importaría si lo supiera. La vida es una extensa región virgen sin explorar. Su instinto, que ya existe, le llama a experimentar. Y él comienza a confiar en ese instinto que va a marcar cada uno de sus días. De vez en cuando fija su mirada en esa ventana lejana donde hay una chica de pelo largo y liso. Está como él, todas las mañanas, pero es incapaz de descifrar sus rasgos por la distancia, sólo una bonita melena morena y una cara ovalada, ¿Joan Báez? Nunca sabrá cómo es la cara de esa chica. El no puede salir de casa, tiene una enfermedad gilipollas que, aunque carece de gravedad, le obliga a guardar reposo.
No lo sabe aun pero en pocos meses su vida va a
dar un cambio enorme. Va a dejar de ser un adolescente y a poner las primeras
estanterías para colocar las actividades de su vida adulta. Acaba de finalizar
el disco psicodélico y busca el de Neil Young por encima de su desordenada
cama, en su desordenada habitación, en donde vive su desordenada y genial vida.
© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2021
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